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Claude Lévi-Strauss
Lic. Beatriz Bacco

Sumario

El tema de este trabajo se centra en las relaciones entre los seres humanos -analizando su inserción y vinculación con los conceptos de naturaleza y cultura-, la prohibición del incesto -a través de sus diversas formas de manifestarse-, los sistemas de parentesco -como representaciones globales de las relaciones entre los seres humanos-, el totemismo y los mitos -como manifestaciones particulares de estructuras universales-, arribando a ciertas ideas a modo de síntesis y conclusión de lo expuesto.

El tratamiento de los temas se realiza en torno al pensamiento desarrollado por Claude Lévi-Strauss, a quien se reconoce como el fundador de la antropología estructural. Lévi-Strauss se encuentra frente a la antropología tradicional evolucionista y sus ideas constituyen un enfrentamiento y una crítica al estado de cosas en este ámbito del saber. Su intención es encontrar en las múltiples conductas observables, el principio; es decir: lo que hay de universal en el comportamiento humano.

Su obra reconoce importantes aportes que -en cuanto a contenido teórico- provienen de Emile Durkheim (1858-1917), a través de su discípulo Marcel Mauss (1872-1950), de quien toma tres nociones fundamentales: la de la totalidad de lo social, la de la categoría inconsciente ubicada en un nivel distinto del hecho social empírico y la del don con su obligación de dar y recibir. El otro gran aporte -que tiene que ver con lo metodológico- proviene de la lingüística de Ferdinand de Saussure (1857-1913), a través de la obra de los representantes de la Escuela de Praga. Por su importancia en el desarrollo total del pensamiento de Lévi-Strauss, se exponen más adelante brevemente los conceptos principales de la lingüística.

En la primera obra que se analiza –Las estructuras elementales del parentesco-[1] los ejes están representados por la prohibición del incesto, la exogamía y el sistema de parentesco. En la segunda –El totemismo en la actualidad-[2] se observa a través de un minucioso recorrido, el desarrollo del autor sobre las formas y los contenidos del totemismo y la producción mítica, que partiendo de la deconstrucción del concepto emplazado por los pensadores anteriores, arriba a una visión concordante con su modo estructuralista de construir modelos de acuerdo a la realidad.

 

Introducción

El interés por el tema Naturaleza-Cultura se manifiesta la antropología en la década del 40, en posturas que trataban de diferenciar un nivel cultural no determinado por lo biológico, invocando para ello que la gran diversidad de culturas sería un argumento a favor de su autonomía e independencia de la naturaleza.

En este marco y con la publicación en 1949 de las Estructuras elementales del parentesco, Claude Lévi-Strauss aborda su tratamiento a partir de la aceptación de la imposibilidad de determinar con precisión el hecho histórico que marca la separación entre el estado de naturaleza y el estado de cultura y, sin negarla ni subestimarla, utiliza esta distinción entre ambos estados como un instrumento metodológico.

Tomando como punto de partida el interrogante sobre dónde termina la naturaleza y comienza la cultura, analiza -y luego descarta- los argumentos que tienen relación con un supuesto comportamiento precultural del hombre y con la continuidad filogenética. Su originalidad consiste en ubicar entre la naturaleza y la cultura: la regla. Dirá así: "Sostenemos que todo lo que es universal en el hombre corresponde al orden de la naturaleza y se caracteriza por la espontaneidad, mientras que todo lo que esté sujeto a una norma pertenece a la cultura y presenta los atributos de lo relativo y lo particular".[3]

Es en la prohibición del incesto donde el autor encuentra el punto común a ambos campos; por eso dice que esta prohibición marca el pasaje de la naturaleza a la cultura. Así, a partir de considerar a esta regla como la fundante de la sociedad, adquiere el carácter de prescriptora del comportamiento social, en tanto establece las formas por las que se relacionan internamente los integrantes de un mismo grupo y los grupos entre sí.

La antropología estructural de Lévi-Strauss define a la cultura como un sistema de comunicación regido por el intercambio de los valores más preciados de la humanidad: las palabras, es decir, el lenguaje; las mujeres, lo que implica el sistema de parentesco y los bienes materiales, que representan los sistemas económicos.

 

Lingüística y antropología

Saussure cambia el enfoque historicista de la lingüística -que se encontraba abocada a la búsqueda del origen de las lenguas- y funda la lingüística estructural, marcando la distinción entre la lengua -caracterizada por ser sincrónica, permanente, no voluntaria, esencial y sistematizable- y el habla - caracterizada por su diacrónismo, por ser momentánea, accesoria y sistemática, es decir, por estar en con constante cambio.

Las cuatro reglas del método fonológico, basadas en esta distinción, establecen que la lengua permanece inconsciente a los sujetos hablantes; tiene un carácter sistemático, es decir, cada uno de sus elementos adquiere significación en su puesta en relación con los demás; es una estructura y posee reglas.

Descompone la lengua y sus unidades mínimas de significación: los fonemás, es decir, los sonidos que son los elementos más simples de la lengua, que no tienen valor propio sino que quieren valoración significativa en su relación con otros fonemás. Se distinguen por su articulación de correlación, uno detrás del otro y de oposición, porque se oponen entre sí. Esta idea de correlación y oposición es fundamental en el estructuralismo e implica que sólo se quiere identidad en la diferencia y por oposición al otro.

Saussure tiene el mérito de encontrar con su conceptualización de la lingüística, un instrumento que permite encarar el estudio de las ciencias sociales de manera sistemática, es decir, inaugura la posibilidad de postular leyes.

La lingüística es una rama de una ciencia más abarcativa, la Semiología o Semiótica, que Saussure define como la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social, que forma parte de la psicología social y de la psicología general y que trata sobre la naturaleza de los signos y las leyes que los rigen.

La actividad lingüística es una actividad simbólica. Al articular los conceptos, la lengua se convierte en vehículo del pensamiento. Cuando se nombra: se categoriza, se organiza el mundo. Por lo tanto, las palabras tienen un poder conceptualizador, ya que la palabra crea el concepto en la misma medida en que el concepto requiere de la palabra. Esto tiene que ver con la doble definición del signo como significado, es decir, aquello que se relaciona con el concepto transportado por el significante y como significante, es decir, aquello que transporta el concepto que evoca el significado.

Desde esta perspectiva Lévi-Strauss funda la antropología estructural, afirmando que la cultura es un sistema de comunicación que se rige por el intercambio de palabras, mujeres y bienes materiales; que hay una función simbólica que debe ser interpretada y que -como el sistema de parentesco- es asimilable a un lenguaje, que debe haber una estructura inconsciente que es posible encontrar.

 

El universo de las reglas

Allí donde hay norma hay cultura. Así dirime Lévi-Strauss esta controversia entre los límites de la naturaleza y la cultura. La naturaleza, ámbito propio de los instintos, tiene leyes universales y la cultura, ámbito de múltiples manifestaciones, tiene reglas particulares. Encuentra entonces que la regla ideal para instaurar en ese lugar es la prohibición del incesto, que es a la vez natural -porque se da en todos los grupos sin excepción- y cultural, porque en cada grupo reviste una forma diferente. Este pasaje de la naturaleza a la cultura se renueva en cada nacimiento, porque si no hay eficiencia en la interdicción el sujeto queda fuera de la cultura.

Así, en ambos niveles se instala el don y la reciprocidad, el dar y el recibir. En la naturaleza, por obra de las leyes de la herencia se da lo mismo que se recibe y la alianza es espontánea. En la cultura, hay un plus de don, una acumulación, se da más de lo que se recibe y se recibe más de lo que se da, ya que además de la herencia biológica se lega la transmisión cultural y, por otro lado, la alianza no queda librada al azar. La prohibición del incesto marca un lugar que está prohibido y organiza, de este modo, las relaciones de parentesco que son las que permiten todas las otras relaciones. Es entonces la cultura la que determina entre quiénes se puede establecer la alianza, cuáles serán en cada caso las mujeres prohibidas.

Lo simbólico introduce el orden. La prohibición del incesto al vedar a determinadas mujeres posibilita la circulación, es decir, permite más de lo que prohibe. La exogamia garantiza la armonía del grupo, asegurando así su conservación. Este intercambio de mujeres como bien esencial, es doblemente significativo, por la procreación y por el aporte económico que realizan al grupo.

Lévi-Strauss encuentra, entre las distintas manifestaciones de la cultura, el invariable -el código universal capaz de expresar las propiedades comunes a estructuras específicas- y elabora la noción del átomo elemental de parentesco que contiene las tres relaciones fundamentales del parentesco, que son: la alianza, la filiación y la consanguinidad. Lo hace pensando al parentesco como un lenguaje que opera en otro orden de realidad, como un sistema de intercambio a la manera de los fonemás y busca la gramática en la que los términos adquieran significación por su puesta en relación. Encuentra que en las sociedades en las que la organización social se da en términos de parentesco, existe un vínculo que posee un valor diferente, que es el avunculado, encarnado en el tío materno del que se esperan conductas similares a las que en nuestra sociedad desempeña el padre. La relación que se establece entre estos cuatro términos -el hombre que dona a su hermana a un hombre de otro grupo y la descendencia de esta pareja- está signada positiva y negativamente, estableciendo un cierto equilibrio interno que favorece la alianza entre los grupos, la circulación de los afectos y las responsabilidades. Así se produce una doble articulación del parentesco que escapa a lo puramente biológico y que tiene que ver con un sistema de denominaciones que establece quién ocupa cada rol y que se espera de él, es decir, hay reglas, hay imposición cultural entre las partes y su desenvolvimiento.

El autor señala que el sistema de parentesco occidental, en el cual la familia restringida a los lazos biológicos -fruto de un matrimonio producto de la atracción sexual o del amor basado en ella- queda atrapada y pierde contacto con el resto de la sociedad, constituye una situación de peligro que atenta contra su propia supervivencia, ya que la naturalización de la familia al núcleo biológico desatiende la función social que implica esta relación en la responsabilidad por la conducta individual y en las relaciones del intercambio económico que regulan a la sociedad.

La intervención de la regla asegura la supervivencia del grupo al establecer la forma de repartir los productos valiosos y escasos y evitar así enfrentamientos que los desgarrarían.[4] El intercambio matrimonial supone un intercambio económico que es decisivo. El hombre y la mujer se complementan en la producción del alimento y de los bienes necesarios para vivir. Cada uno se ocupará de algo que haga al conjunto de lo que produzcan. No estarán solos, formarán un equipo que incluye también el aporte del hermano de la mujer como aliado, como fuerza laboral.

En numerosos ejemplos mencionados por distintos investigadores es posible encontrar hasta qué punto parentesco y supervivencia colectiva están presentes en el pensamiento y en cada una de las acciones de la vida en todos los pueblos y culturas estudiados.

Al respecto resultan ilustrativas algunas citas. Dice la antropóloga americana Margaret Mead (1901-1978): "Como la tarea primordial de toda sociedad es mantener a los hombres trabajando juntos en alguna forma de cooperación, es fatal cualquier situación que coloque a cada hombre en contra de todos los demás. (...) deben concebirse formas de relación en la que se prohíba la competencia sexual directa." La forma de expresarse de los arapesh, ilustra su modo de plantearse el problema, al decir: "Si te casaras con tu hermana, no tendrías cuñado. ¿Con quién trabajarías? ¿Con quién cazarías? ¿Quién te ayudaría? (…) En esencia [señala Mead] las reglas del incesto son una manera por medio de la cual una unidad familiar puede conservarse y la relación dentro de ella particularizarse y personalizarse."[5]

En otra de sus obras, la misma autora señala con respecto a la posibilidad de la circulación del afecto y de los roles en este tipo de familia extendida y apoyada: "Pocos chicos viven mucho tiempo en una casa, sino que están continuamente probando otras residencias posibles. (…) Nunca un niño samoano, excepto la taupo [princesa ceremonial] o el delincuente descubierto, tiene que luchar con la sensación de estar atrapado. Hay siempre parientes a quienes acudir. Esta es la invariable respuesta que un samoano da cuando se le presenta algún atolladero familiar: ‘pero se irá a casa de otro pariente’. Teóricamente el cupo de parientes es inagotable."[6]

En un ámbito distinto, el territorio americano, dice Louis Baudin, refiriéndose a las mujeres: "Todas eran consideradas como la más preciada de las riquezas, en razón de los servicios que podían prestar"[7] y más adelante agrega: "Hay un paralelismo entre la mujer y los otros bienes que constituyen el patrimonio: existe un mínimo común a todos los súbditos del Imperio y que responde a una necesidad", para finalizar diciendo que "El matrimonio en la época precolombina (…) [fue] una institución económica o, en términos más precisos, un acoplamiento utilitario."[8] [El texto entre corchetes es mío]

 

El totemismo en la actualidad

El totemismo -categoría en la que se incluyen fenómenos muy heterogéneos- fue un tema encarado por la antropología y la sociología a mediados del siglo XIX, al que Lévi-Strauss le dedicó una obra escrita en 1962, de la que analizamos su Introducción y el capítulo uno: "La ilusión totémica".

El autor comienza homologando el totemismo con la histeria que son fenómenos contemporáneos, productos de la misma civilización. Señala que para ambas categorías es imposible encontrar una definición: para la histeria, por la plasticidad de sus fenómenos y para el totemismo, por la dispar multiplicidad de los eventos que se involucran, lo que hace que siempre aparezcan nuevos acontecimientos que quedan fuera de cualquier intento de definición.

Ambos fenómenos, además, compartieron la singularidad de haber sido mal clasificados. En el caso de la histeria, figuraba entre las patologías de la psiquiatría tradicional hasta que Freud la reubicó dentro de la normalidad. En el caso del totemismo, figuraba en la naturaleza primitiva y salvaje según la antropología clásica, hasta que Levy-Strauss lo situó dentro del marco cultural.

El tótem pone de manifiesto una relación entre el hombre y la naturaleza que no puede interpretarse de acuerdo a la ortodoxia judeo-cristiana, para la que el hombre es una figura privilegiada a imagen y semejanza de Dios, separada del ámbito de la naturaleza. Por el contrario, la relación que se da aquí es de otro tipo y tiene que ver con un hombre que piensa y se siente parte de la naturaleza, constituye una forma lógica del pensamiento.

Por otro lado, no existe universalidad del sentido totémico. Los animales, objetos o plantas en que se singularizan los distintos tótems, no tienen un único sentido, no operan en función de un sólo determinante sino que, a veces, determinan la organización en clanes o establece la prohibición de consumir la carne de un determinado animal o implican una regla exogámica y otras veces no. Esta no coincidencia hace imposible una clasificación.

Es esta concepción de la antropología clásica de asignarle al tótem un determinado contenido lo que Lévi-Strauss se dedica a reconstruir, ya que para él se trata de una cuestión formal, no de los contenidos que esta forma o estructura porta que -nuevamente como en el caso de las distintas formas que adoptan la prohibición del incesto, la exogamia y los sistemas de parentesco- son particulares e históricos.

Respecto a la relación entre tótem y exogamia, por ejemplo, el autor piensa que no es el tótem el que posibilita la definición del modelo exogámico sino que la exogamia -que sí es universal- es anterior a los sistemas totémicos. Aquí es la exogamia la estructura universal y el tótem su expresión singular. Es decir que el totemismo es la explicación a posteriori de la forma en que se establecen ciertos sistemas de parentesco, porque tampoco resulta aplicable a todos los casos estudiados.

El tótem es claramente una forma de denominación, un nombre identificatorio, que no implica que el individuo que pertenece a un determinado grupo se considere emparentado con ese animal, objeto o planta -tal como lo plantearon algunos antropólogos europeos- sino que se pone en juego una relación entre la naturaleza y la cultura.

Lévy-Strauss dice que de las series que el totemismo relaciona -naturaleza y cultura- la antropología clásica sólo ha considerado los casos entre "categoría y grupo" y "categoría y persona", excluyendo los casos entre "individuo y persona" e "individuo y grupo", que resultan tan lógicos como los dos primeros, como si se hubiera deseado enfatizar los aspectos que pudieran hacer del totemismo un fenómeno más extravagante de lo que es en realidad.

Acerca de los mitos, el autor dice que hacen referencia al surgimiento de determinados clanes totémicos, marcando que no puede haber una relación directa entre la entidad que encarna el tótem -animal, objeto o planta- y los hombres sino que hay una mediación, una discontinuidad, una distancia de la totalidad inicial más abarcactiva que aquella de la que se partió.

El mito señala metafóricamente algo que se pierde, una separación entre el hombre y la naturaleza y es el orden simbólico el que denota esta discontinuidad.

 

Conclusiones

Lévy-Strauss entiende a la sociedad como un sistema integrado por un conjunto de subsistemas sujeto cambios que implican acomodaciones de la estructura, transformaciones, donde los elementos diferenciales son significantes en su relación de oposición binaria, a semejanza de los procesos del pensamiento humano. De este modo, estudió la repetición de patrones considerando tanto los contrastes como las relaciones que se establecen entre ellos. Buscó y encontró las semejanzas que hay en las oposiciones que son producto de las transformaciones. Pensó en una operación lógica común inconsciente, subyacente en las conductas humanas, que puede ser interpretada y modelizada.

Estudió los sistemas de parentesco como efectos de una estructura básica que hace a la organización social. Las reglas de parentesco y matrimonio, las económicas y las lingüísticas son interdependientes, porque regulan la circulación de distinto tipo de elementos dentro de una misma sociedad. Circulación que parte de la instauración de la regla de la prohibición del incesto. Cualquiera sea la forma que esta adopte, cumple siempre la misma función: preservar a la sociedad, permitiendo el intercambio, es decir, que "antes de ser una prohibición referente a una cierta categoría de personas, son una prescripción que apunta hacia otra."[9] Esto es lo que garantiza la salida a la exogamia.

Considerando que la naturaleza es inapelable frente a la filiación e impotente frente a la alianza, y que la cultura resulta impotente frente de afiliación y decisiva frente de la alianza, esta Regla es la Cultura, la que asegura la existencia del grupo introduciendo un orden, efectivizado un intercambio simbólico que permite mantener las relaciones en un nivel diferente al de la naturaleza. Esta regla controla la distribución de valores, como las mujeres y los alimentos, repartiéndolos según normás que establecen la estructura familiar y social.

Esta es la única regla que es al mismo tiempo universal y particular y para el autor es -al igual que con el tótem y los mitos- una forma vacía a la que cada cultura le otorga diferentes contenidos. Su importancia radica en que opere como regla, como norma prohibitiva; el contenido es secundario.

Levy-Strauss encuentra en el lenguaje y en la exogamia una misma y fundamental función que es la de comunicación e integración y una característica común entre el lenguaje y la prohibición del incesto: su universalidad. Y si bien enlaza el discurso y la alianza -nombrando a las palabras y a las mujeres como signos- aclara, sin embargo, que en tanto el lenguaje empobreció el valor de las palabras al despojarla de sus significaciones afectivas y esquematizar el pensamiento, la mujer jamás podrá ser solamente un signo, porque conserva un valor particular que permite preservar la riqueza afectiva en las relaciones entre los sexos.

La misma línea de pensamiento se expresa en el tratamiento del tótem y del mito. Si bien no son universales, sí presenta múltiples versiones, son sistemas clasificatorios lógicos tomados del mundo natural, son -en definitiva- sistemas simbólicos. Hablan de una forma de organización social, de comunicación y relación arbitraria, recortada, histórica, particular, es decir, cultural. Ambas formas aluden a un llenar espacios que han quedado vacíos, porque algo se ha perdido. Ambas formas son mediadoras entre el hombre, su entorno y su forma de relacionarse. Ambas formas señalan lo prohibido y lo permitido, lo rechazado y lo aceptado, sin coincidir siempre sobre los temas de los que se ocupan, pero cumpliendo una función de enlace que les es propia.

Es el pasaje de la naturaleza a la cultura, a través de la prohibición, lo que supone la inauguración de un orden nuevo, que es la función simbólica. Es la relación entre lo real y lo pensado, que supone este vivir en el marco de la función simbólica, lo que le exige a la humanidad la producción y la circulación incesante de sentido que se repite en cada experiencia y en cada existencia humana, porque no es algo dado, definitivo e inmutable sino algo adquirido que se transforma y se renuevan cada vez.

 

Notas

  1. Claude Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, Planeta-Agostini, Barcelona, 1985.
  2. Claude Lévi-Strauss: El totemismo en la actualidad, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
  3. Claude Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, op. cit., p. 41.
  4. Dice Margaret Mead en "La paternidad humana es una invención social" (en Macho y Hembra, Editorial Alfa Argentina, Buenos Aires, 1976, pp. 177-178): "pensamos en este problema de la competencia como perteneciente a nuestro pasado original y no como característico de la sociedad moderna. Pero las normas que rigen la competencia en la elección de compañeros sexuales son aprendidas y, como tales, pueden romperse en cualquier momento, debiendo ser continuamente reajustadas si se quiere evitar que se rompan por no ser ya adaptables. (…) Cada vez que hay un cambio violento en el patrón de vida, en la división del trabajo [dar trabajo a hombres mayores, dejando a los hombres jóvenes incapacitados para competir por las mujeres, como ocurrió en la república de Weimar a mediados del siglo XX], en la proporción entre los sexos [como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en las guarniciones del ejército en las islas del Pacífico], reaparece el recurrente problema competitivo". [El texto entre corchetes es mío].
  5. Margaret Mead: "La paternidad humana es una invención social", op. cit., p. 181.
  6. Margaret Mead: "La familia samoana", en Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, Editorial Planeta-Agostini, Barcelona, 1985, p. 60.
  7. Louis Baudin: "La vida de los miembros de la aristocracia. Jerarquía femenina", en La vida cotidiana en el tiempo de los últimos Incas, Librairie Hachettei, París, 1955, p. 109.
  8. Louis Baudin: "La vida familiar. El matrimonio utilitario", en op. cit., pp. 244-245.
  9. Claude Lévi-Strauss: "Los principios del parentesco, en Las estructuras elementales del parentesco, op. cit., p. 562.

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