Textos de acceso libre
Nosotros después del coronavirus. Duelar. Soñar.
Dra. Teresita Ana Milán.
Buenos Aires, Octubre de 2020.
Texto editado para esta publicación. Original: Teresita Ana Milán: “Nosotros después del coronavirus”, publicado en Practicando psicoanálisis y psicoterapia durante el tiempo de crisis. COVID 19, IPA, 21 de septiembre de 2020, disponible en https://es.ipa.world/IPA/en/News/corona_papers.aspx, verificado el 16 de octubre de 2020.
“Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.” Gabriel García Márquez.[1]
En plena pandemia surge la pregunta de por qué tenemos los seres humanos una necesidad tan acuciante de protegernos en el marco de la relación entre un adentro cálido, protector y un afuera amenazante donde existe la inseguridad, el contagio y el peligro de perder la vida.
Si bien las amenazas a la vida social existieron en todas las épocas, la hipertrofia de los aparatos de seguridad y de control, fortalecidos por la tecnología, caracteriza cada vez más a las sociedades contemporáneas en las que se juega una relación entre inmunidad, ataque y protección.[2]
Todos queremos ser inmunes a lo que enferma. El Covid 19 nos produjo un mayor desamparo, hostilidad e incertidumbre, para lo que estamos desprovistos porque no tenemos conocimientos nuevos. Protección y negación de la vida es uno de los problemas que están en el fondo de estas reflexiones.
Se ha discutido sobre la condición de acontecimiento de la Pandemia. Los historiadores entienden por acontecimiento un hecho fundante y fundamental a la manera de un parteaguas después del cual hay un antes y un después claramente señalado. La Revolución Francesa en 1789, la Revolución Rusa en 1917, las dos Guerras Mundiales en 1914 y en 1939: el mundo cambió a partir de ellas. Para saber con alguna certeza si se producirán cambios fundamentales por los hechos actuales deberíamos esperar un mínimo de 50 años. Esa medida del tiempo cronológico ayuda a definir un hecho colectivo como histórico.
Si llevamos esta noción macro a la microhistoria nos preguntamos si las situaciones vividas actualmente nos marcarán decididamente. Sabemos que hay un fondo subterráneo del orden inconsciente que orienta, de alguna manera, nuestros pasos sin entender que hay un destino fatalmente marcado. Pero algo guía las elecciones y orienta la dirección de los cambios.
Raymond Carver,[3] escritor estadounidense, tomó de un cuento de Chéjov la siguiente frase: “y de pronto todo se volvió claro para él”. Esas palabras plantean preguntas fundamentales e inesperadas. ¿Qué es lo que antes no estaba claro? ¿Por qué recién ahora ciertas cosas se vuelven claras? ¿Qué sucedió? Y sobre todo… ¿Por qué ahora? Ha ocurrido un súbito despertar cuyas consecuencias desconocemos pero algunas podremos prever como definitivas.
Esta pandemia descubre tres verdades de la existencia: la enfermedad, la vejez y la muerte. Por esto sí podemos considerar que la pandemia alcanza el carácter de un acontecimiento fundante y fundamental de estos momentos. Ponerle palabras a la experiencia, aunque a veces se torne inalcanzable como totalidad, nos da una aproximación a algo que no se deja nombrar, que ha estado velado, disimulado o, peor aún, corruptamente administrado.
La actual crisis y el clima de desconcierto en algunos, infla la manía del “sálvese quien pueda” o “por cinco años locos que vamos a vivir.” Para otros nos impulsa a buscar un propósito vital. Una oportunidad para encontrar otros caminos para existir.
Los meses de confinamiento han servido para que muchas personas se replanteen cuál es el sentido de su vida y qué quieren hacer con ella. Después de la frenada o parón, como dicen mis amigos españoles, queremos tener un propósito que guíe nuestra vida. Para algunos se torna una urgencia, lo que obedece a varias razones. La crisis sanitaria nos ha mostrado la fragilidad de la vida, así como de la economía y el futuro del planeta.
El saldo que nos dejarán las experiencias aparecerá cuando dichas experiencias decanten, maduren y se unan a descubrimientos anteriores. Lo que verdaderamente asombra no sería entonces lo novedoso –las noticias y acciones del día, los informes del comité de crisis, la opinión de los epidemiólogos, las estadísticas– sino la remoción de algo que permanecía en nosotros. Así se va viendo en la relación Holocausto/Covid19.[4]
Habrá vivencias sustanciales que quedarán intactas, para escucharlas, para saber si remueve una materia conocida ante la insistencia en una misma dificultad. No conviene ampararse en la inmediatez de los sucesos. Los hechos están vacíos. Por eso hay que llenarlos de sentimientos y escuchar la voz que está afuera del tiempo y del espacio. Esto nos impulsa a priorizar lo esencial mientras aun estemos aquí.
Al verse interrumpida nuestra actividad habitual aparecen preguntas: ¿Quiero seguir haciendo esto? ¿Cómo deseo vivir a partir de ahora? ¿Qué recuerdos dejar en la familia? Si algo bueno tiene el presente caos es que nos ofrece un campo de pruebas, donde el ensayo y el error conviven junto con la iniciativa, la tentativa y hasta la marcha atrás, para elegir otros rumbos. Contestar estas preguntas nos acercan a la noción del propósito y el sentido de la vida. Los japoneses tienen un término para hablar del sentido de la vida, el ikigai. Ikigai significa ‘razón de ser o pasión de nuestra vida’. Un proyecto personal que inspira y apasiona, permite desarrollar el talento, enriquecer la creatividad y lo pone al servicio de un bien más elevado dirigido, por ejemplo, al bien común, además de realizar el logro profesional.
La incertidumbre frente a la enfermedad y la muerte han producido cambios acelerados. No sabemos qué incidencias tendrán esos cambios en la teoría psicoanalítica y en nuestra clínica. Desconocemos si los psicoanalistas estaremos a la altura de poder ofrecer nuevos recursos para pensar la neo realidad que se avecina. Desconocemos los efectos del impacto psíquico, ya que todos estamos inmersos en esta emergencia de salud global al mismo tiempo. Aún así ya sabemos que hay un sector de la población sensiblemente afectado y perturbado por las consecuencias de su trabajo en la pandemia: los que prestan servicios esenciales y, en especial, los trabajadores sanitarios. Ataques de pánico, dolores de cabeza, ideas obsesivas ligadas al contagio, olvidos y pérdidas de memoria, insomnio, retomar conductas de consumo, irritabilidad en el trato con los niños, de lo que yo puedo testimoniar.
Janine Puget[5] nos dice que la incertidumbre, lo que no sabemos qué pasará, es el motor más eficaz de creación y de novedad que tiene cualquier vínculo, por ende, también la relación analítica. Ella nos sugiere el uso del tiempo verbal del gerundio, por su forma invariable y carácter adverbial, para expresar el proceso en curso de una acción y la simultaneidad o anterioridad del verbo principal, nunca posterioridad.
¿Por ahora qué nos sucede en el consultorio donde incorporamos el Internet? Vivimos una experiencia nueva… Estamos inmersos en un movimiento que produce efectos que es necesario descubrir. Tanto pacientes y analistas compartimos estos cambios aunque no podemos atribuir un mismo significado al impacto mental que nos produce. Se impone más que nunca aprender a escuchar para poder conocer desde donde hablamos y desde donde nos habla el otro, pero impactados ambos por estos cambios que influirán en el funcionamiento vincular y mental.
En las redes se escucha el poema que dice: “cuando la tormenta pase y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo”. Pero no sabemos qué sucederá después. ¿Es que esto termina? O es que ¿a esto le sucederá algo que aún no puedo imaginarlo?
Lo igual que antes es un sinsentido que se prende de una ilusión de quietud y perpetuidad que contradice la dinámica del cambio en el que se da la vida. La pandemia actual es un hecho nuevo no comparable a las pestes de siglos anteriores, porque no nos bañamos en el mismo río, como dijo Heráclito. Jorge Luis Borges escribe en el cuento Emma Zunz: “Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.”[6]
El concepto de repetición anula la idea de que lo que acontece es nuevo y presente. Eventualmente, comenzaremos a pensar en lo que viene después y eso no será una restauración del pasado. Incluso sin tener en cuenta las pérdidas que nos esperan, la angustia que nos produce lo desconocido nos lleva a imaginar que prevalecerán las preguntas referidas a: ¿en quién nos transformaremos? ¿Qué prioridades tendremos?
El Duelo. Vamos a necesitar duelar. La Humanidad entera en duelo, por los muertos, por las otras pérdidas sufridas.
El Soñar. Vivir soñando, soñar imaginando, imaginar sintiendo. “Lo que hay de primordial en mí es el hábito y la habilidad de soñar.”[7] Mirar hacia la infancia para recordar quiénes éramos de niños y qué soñábamos hacer. Tal vez descubramos que hemos echado a un lado lo más genuino de cada uno tras el cumplimiento de obligaciones, compromisos, objetivos, resultados.
Recuperar nuestra pasión infantil para jugar puede iluminarnos en la edad adulta e incluso de muy mayores para ir viviendo una existencia creativa, reservando un lugar a la esperanza por la posibilidad de un cambio que, cuando termine el duelo, pueda hacernos comenzar de nuevo, enriquecidos.
Atento a un mundo en metamorfosis ¿qué deberíamos modificar en las instituciones psicoanalíticas sobre la formación de los analistas? Yolanda Gampel[8] dice que el mundo va cambiando y como psicoanalistas tenemos permiso para hacer cambios, para pensar desde diferentes lugares. Así lo hizo Freud, que fue un revolucionario. Nosotros tenemos la oportunidad para pensar como revolucionarios de hoy, incluso para hacer cambiar las cosas.
Alfredo Painceira Plot[9] ha planteado desde hace varios años una revisión del pensamiento psicoanalítico desde la persona, desde cada ser humano concreto y único, ser encarnado, sujeto de una historia. Rescata al hombre en su intimidad. Ser que siente, padece, disfruta, además de pensar. Naciendo desde un núcleo intangible, su mismidad, por un despliegue espontáneo, descubre al otro y se va haciendo en su relación dialógica con él. Postula una visión del psicoanálisis centrada en la persona abierta al otro. Sólo la persona puede contribuir a este gran campo del intercambio abierto a los otros discursos habiendo renunciado a la idea de poseer la verdad absoluta. En la clínica, Painceira sugiere adoptar el punto de vista del paciente, para dejarse llevar a su mundo, abordar su mundo, para rescatarse y poder operar. Todo ser humano es un buscador de sentidos y basa su vida en creencias que están en su suelo, en su espesor, desde las cuales vive. Estas ideas se pueden integrar a las de David Rosenfeld: “vivir lo emocional en carne hueso y piel en cada sesión para descubrir la manera de estar unidos con cada paciente en comunicación emocional.”[10]
El psicoanálisis continúa teniendo un potencial enorme y somos nosotros –como los antiguos buscadores de oro de la Carolina, en San Luis– los destinatarios de los nuevos descubrimientos.
Referencias
- Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del cólera, Editorial Debolsillo, España, 2018.
- Roberto Espósito: Inmunitas. Protección y negación de la vida, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2005. Para ampliar estos conceptos: Roberto Espósito: Biopolítica y coronavirus, 4 agosto de 2020 disponible en https://sociales.uexternado.edu.co/filosofia/biopolitica-y-coronavirus/, verificado el 16 de octubre de 2020.
- Raymond Carver: La vida de mi padre. Cinco ensayos y una meditación, Norma, Colombia, 1995.
- Merav Roth: “Transference in the time of Corona” (Transferencia en el tiempo de Corona), en Practicando psicoanálisis y psicoterapia durante el tiempo de crisis. COVID 19, IPA, 24 de Marzo de 2020, disponible en https://www.ipa.world/IPA/en/News/corona_papers.aspx, verificado 16 de octubre de 2020.
- Janine Puget y Yolanda Gampel: ¿Qué hay de nuevo en este mundo en cambio?, IPA, Serie Covid 19, 21 de Agosto de 2020, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=pYDPnHpiW1A, verificado 16 de octubre de 2020.
- Jorge Luis Borges: “El Aleph. Emma Zunz”, en Obras Completas 1923-1972, Emece Editores, Buenos Aires, 1985, p. 566.
- Fernando Pessoa: Libro del desasosiego, Emecé Editores, Buenos Aires, 2000, p. 487.
- Janine Puget y Yolanda Gampel: ¿Qué hay de nuevo en este mundo en cambio?, IPA, Serie Covid 19, 21 de Agosto de 2020, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=pYDPnHpiW1A, verificado 16 de octubre de 2020.
- Alfredo Painceira Plot: Repensando el Psicoanálisis desde la persona, Editorial Lumen, Buenos Aires, 2007.
- David Rosenfeld: “Primer año de vida”, Ateneo organizado por la Secretaría Científica de APdeBA, 1 de septiembre de 2020, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=QmkJqpUTTbs, verificado el 16 de octubre de 2020.
Acerca de la autora:
Teresita Ana Milán.
Doctora en Psicología.
Ex docente de Psicopatología Psicoanalítica en la Carrera de Psicología, Universidad Nacional de San Luis.
Docente de la Especialización en Psicología Clínica, en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba.
Psicoanalista del Grupo de Estudio Psicoanalítico San Luis (IPA).
teresitaanamilan@gmail.com
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