Textos de acceso libre
Psicoanálisis online
Lic. Norma Píngaro
Buenos Aires, Septiembre de 2020.
En los últimos tiempos, debido a la pandemia, nos hemos visto obligados a recurrir a la atención virtual. Si bien algunos analistas teníamos experiencia, sobre todo en pacientes que por su lugar de residencia les era imposible asistir en forma presencial, a la mayoría les resultó un cambio radical que requirió mucha plasticidad.
Este cambio de formas no modificó, ni modifica, los basamentos fundamentales del psicoanálisis: la transferencia, su encuadre, el lugar de supuesto saber y el requisito de la abstinencia del analista. Bajo esas condiciones funciona el ‘hacer consciente lo inconsciente’, mediante la interpretación. “Yo atiendo en la transferencia”, fue la respuesta de un analista a la pregunta de dónde atendía. Los lugares pueden variar. Los pilares son los mismos.
¿Qué pasa en la pantalla?
Luego de meses de atención online, acuño varias anécdotas, algunas graciosas, que remiten a que esta modalidad implica, entre otras cosas, un acceso a la intimidad del hogar del paciente. Es allí donde surgen situaciones que vienen a completar aquello que él está diciendo. Ratifican o rectifican sus dichos.
Comento algunas:
Tiene treinta y cuatro años y una profesión técnica. Andrés casi siempre estuvo al servicio de los demás. Esta dificultad para decir que “no”, se manifestaba en sus alergias cutáneas. Hace un mes nace su segundo hijo. Cuando tenemos la consulta online veo que la hace con él en brazos. La madre y la abuela del bebé consideraron que podían aprovechar para tomar mate mientras Andrés lo tenía en brazos en su sesión.
Un paciente veinteañero, que se recibió hace poco, comentaba su necesidad de independencia, de las posibilidades y limitaciones que tenía para lograr irse a vivir solo. Autonomía que su padre no había logrado, ya que continuó en la empresa familiar y construyó su casa en el fondo de la de sus progenitores. De pronto mira para un costado y dice: “¿Qué haces abuela aquí?” En el margen derecho de la pantalla aparece una mujer mayor, vestida con camisón, con una taza en la mano, “te vine a traer un tecito, nene”, le responde.
Un paciente de cuarenta años, relata que había tenido un altercado con su hijo de seis años. Una discusión porque el niño quería jugar a unos juegos de la computadora y su padre no estaba dispuesto a que siga con las pantallas. Le proponía que dibuje. Su hijo se resistía. Él le quita la tablet, el niño le da un puntapié. Mi paciente se defiende y lo detiene con sus manos. Esta secuencia es inédita; por lo general, solía responder a las agresiones del niño con violencia. Era uno de los temas que veníamos trabajando en análisis. Dentro de la consulta me cuenta la situación con alegría porque había logrado sostener los límites sin recurrir a la violencia. En un momento mira hacia el costado y dice: “¿Qué pasa Juanchi? Te dije que estoy en terapia.” Se escucha una vocecita de niño que le dice: “Ya sé papá, pero cuando termines, ¿dibujamos juntos?”
Una colega comentaba, en nuestro grupo de supervisión, de un paciente que estaba atendiendo online. Su principal preocupación era que mantenía con su pareja una relación muy simbiótica. Durante la consulta le comenta acerca del lugar al que habían viajado el año anterior y el museo que habían visitado. En determinado momento la terapeuta escucha otra voz que le dice: “No, ese no era el museo, era este otro…” Mi colega sorprendida le pregunta si en el ambiente había alguien más. Le responde que sí, que estaba su pareja trabajando.
Un paciente músico, productor, ecualizador de sonido, era, paradojalmente, el único paciente que tenía problemas de audio en las sesiones. Se solía escuchar muy bajo, por lo que tenía que agregarle parlantes a la notebook.
¿Gesto, acting, significante?
¿Qué hacer con estas manifestaciones?
En nuestra práctica los vocablos son los significantes por excelencia, buscamos la palabra plena, la reiteración significante, diferenciamos entre el enunciado y la enunciación.
Pero los significantes no son sólo las palabras, estos abarcan desde fonemas hasta frases largas y pertenecen incluso al orden no verbal. Un significante puede ser un objeto, la obra de arte es un ejemplo per se, un suspiro, un gesto, entre otros. La única condición es que esté inscripto en un sistema y que se diferencie de los otros elementos del mismo.
Diferenciamos así el discurso del paciente con los actings que puedan darse, dentro y fuera de sesión. Incluyo de esta manera a estas acciones realizadas por terceros, relatadas anteriormente. En la sesión estos actings invitan a ver, dan a ver, demuestran, ‘deschavan’, denuncian, contradicen.
Como analistas debemos sancionarlos, traerlos, nombrarlos, incluirlos, a través de una pregunta, de un señalamiento. Una inclusión que comprometa al paciente. Incluso cuando aparecen terceros en la escena. Aquí cito a Lacan: “El acting out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el Otro, debe ser destacado.”[1].
El acting es mostración y demostración velada para el sujeto. Como afirma Lacan más adelante: “el acting out llama a la interpretación”[2]. A diferencia del síntoma, que no nos necesita, que se basta a sí mismo, que es puro goce. Por lo que en el acting habrá que implicar al paciente en su debido momento, aun cuando la intromisión es de un tercero. Al respecto Del Carril dirá: “Un discurso puede estar sostenido por una o más personas que ocupen los mismos o distintos lugares (…) Es en estos momentos, en que el significante brilla por su ausencia, que a veces la incorporación de un tercero puede traer a la escena psicoanalítica los significantes de los que carece el analizante”[3].
Traer al análisis esto que sucede en la pantalla y que involucra a otros tendrá que ver con la pregunta dirigida al paciente: ‘¿Cuánto de ello hay en usted?’ De todos modos, hay que soportar el silencio también y esperar el momento adecuado. Cito a Oscar Lamorgia: “Cuesta a veces sostener silencios cuando hay que sostenerlos [en la atención online] (…) Hay que tener cuidado en que no se convierta rápidamente en un diálogo (…) Hay que soportar el silencio sin tener que salir a rellenarlo con una pregunta.”[4] [El texto entre corchetes es mío]. Porque incorporar lo acontecido en sesión debe ser en el momento justo y no cuando sólo nos guía la propia angustia por rellenar el silencio.
También en la sesión presencial aparecían estos gestos, acciones del paciente que como analistas teníamos que decidir si incorporarlos o no, tales como pedir un vaso de agua o ir al baño en un momento determinado y cuando se hablaba de un tema en especial, las llegadas tardes a sesión, la dificultad para irse del consultorio, etc. La diferencia con la terapia online es que, por lo general, dejaban afuera a otros. La sesión virtual favorece la inclusión de ellos al estar en la intimidad del hogar.
Lo cierto es que la atención online es un desafío para el cuerpo teórico del psicoanálisis, que incorpora esta herramienta tratando de no vulnerar sus principios no negociables.
Referencias
- Jaques Lacan: “Revisión del estatuto de objeto. IX. Pasaje al acto y acting out”, en El Seminario, Libro 10, La angustia, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2007, p. 136.
- Ibíd., p. 139.
- Alejandro del Carril: “Dolor de existir, cocaína u otros polvos”, en Adicciones, una mirada psicoanalítica actual, compiladora Norma Píngaro, Ediciones Ricardo Vergara, Buenos Aires, 2014, p. 51.
- Oscar Lamorgia: en Conversaciones sobre psicoanálisis y la época. Luis Salamone con Oscar Lamorgia, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ru_0Xw7J6bQ, verificado el 6 de septiembre de 2020.
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