Textos de acceso libre
Interrogantes sobre la experiencia de encierro colectivo. La implicación personal profesional.
Lic. Adriana Gullco
Buenos Aires 7 de abril de 2020.
La situación sanitaria que nos recluye a todxs hace que este sea un momento tan excepcional, que sería posible generar nuevas miradas sobre las acciones naturalizadas de la cotidianeidad.
La pertenencia a varios grupos de intereses hace que a través del teléfono (verdadera cyber prótesis) lleguen en forma de múltiples textos y videos, pensamientos banales y profundos, consideraciones prescriptivas, humoradas y variopintos puntos de vista teóricos. Información de la buena y fake news.
Las desordenadas y constantes maneras de recibir información, propuestas de actividades, indicaciones, desmentidas, operan interactuando con la posibilidad de tramitar las angustias a través de diversos estados de ánimo.
Estas situaciones atraviesan a toda la población, con la información disponible, con los recursos que se tengan, escasos o abundantes. Son masivas y, además, pasan a ser parte de la habitualidad.
Para los psicoterapeutas el encuadre aparece interrogado. ¿Sesiones virtuales? Los dispositivos estallan de novedades, se desenmarcan, tambalean.
Las consultas reflejan de pronto interesantes novedades en algunos casos, tal vez ampliados por la excepcionalidad. Algunas situaciones pueden conducir fuertemente a acciones impulsivas. Otras a inacciones totales. Es como si los mundos internos estuvieran ‘aumentados’ por el encierro y la información. A la vez, las dinámicas vinculares se tornan creativas o irremediable y compulsivamente repetitivas.
Eliana, una joven de 20 años dice en su sesión virtual por WhatsApp: “descubrí el jardín de mi casa. Me puse a correr de un extremo al otro (no es muy grande) y mi familia me miraba riéndose. Al otro día mi papá se puso a correr conmigo. Por primera vez él me sigue a mí.” Increíblemente para la historia de esta joven, la inacción de todxs, la puso en acción a ella y logró el reconocimiento que antes no creía haber logrado.
Juan de 23 años dice: “No puedo moverme de la cama. Todo lo que hago me parece mal, no tengo de qué hablar con mi novia. No quiero hacer nada. Ni jugar con mi hermanito a la play, ni lavar los platos como quiere mi mamá, estoy en ‘pausa’. De agarrar la compu y estudiar estoy muy lejos.” El semblante de la depresión aparece sombreando proyectos que antes eran vistos como posibles.
Dos madres de hijxs pequeñxs expresan que no se imaginan tener una sesión desde la casa, porque parece imposible que los niñxs no las interrumpan. Cuando finalmente lo consiguen el primer conflicto que plantean ambas es la postergación personal por los niñxs.
Mis pacientes preadolescentes me muestran las casas de sus mamás y de sus papás. Una toca en sesión una canción en el piano eléctrico. Otra pulsa su arco, ballesta. Desde sus ‘interiores’, visibles ahora en la cámara del teléfono, estas jovencitas se proyectan.
Las sesiones parecen transcurrir como siempre, pero no. ¿Por qué? La implicación de la terapeuta es otra. Lxs pacientes no saben nada (o muy poco) del o de la profesional, pero ahora saben que está en el mismo aislamiento social que nos envuelve a todxs. “¿Estás en tu casa?”, pregunta un paciente . “Estoy en el consultorio” contesto. – “Sí pero el consultorio ¿está en tu casa?” Le contesto que sí, no de la manera que le hubiera contestado en otro contexto que sería “¿qué te imaginás vos?” Creo que es bueno que no se angustie en el despliegue de ese personaje que ha creado, entre ángel guardián y policía. Ya habrá tiempo de replantear encuadres.
El juego permanente entre lo personal y lo social parece acá expuesto en su máxima tensión. Lo que está pasando nos pasa a todxs. La consulta despliega el ‘a mí me pasa de este modo’. Las marcas que el afuera deja en el mundo interno y que conforman subjetividades, hacen visible su trabajo.
Entre los muchos artículos que atiborran las redes aparece la palabra de Paul Preciado: “Las epidemias, por su llamamiento al estado de excepción y por la inflexible imposición de medidas extremas, son también grandes laboratorios de innovación social, la ocasión de una reconfiguración a gran escala de las técnicas del cuerpo y las tecnologías del poder”.[1]
Refiere a la noción de cuerpo de Foucault que no sería un organismo sobre el que actúa el poder, sino el cuerpo ‘fabricado’, puesto a trabajar, prefigurado en sus discursos. Lo cita cuando acuña la noción de biopolítica como una relación que el poder establecía con el cuerpo social, es decir, la espacialización de una forma de poder que se extiende en el territorio y penetra los cuerpos individuales. “Una epidemia radicaliza y desplaza las técnicas biopolíticas que se aplican al territorio nacional hasta al nivel de la anatomía política, inscribiéndolas en el cuerpo individual”[2] sigue diciendo Preciado.
Entonces nuevamente, los que hacemos clínica, los que trabajamos el caso por caso no podemos ser miopes a la mirada que involucra a la comunidad. Me pregunto con este autor si seremos capaces de innovar, cómo será el mundo que habitaremos luego, como podemos construir distinto este mundo en el ahora y el aquí.
“Mi angustia, dice una mujer en sesión virtual, no es por lo que pasa ahora, es pensar cómo vamos a volver a mirarnos sin desconfianza por el contagio, de lo que sea, aunque se acabe el coronavirus.” Pensando en los pasos para desandar el aislamiento, yo comparto con ella la preocupación.
Vuelvo a Preciado. “Contrariamente a lo que se podría imaginar, nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la separación, sino de una nueva comprensión de la comunidad con todos los seres vivos, de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta. (…) La curación y la recuperación no pueden ser un simple gesto inmunológico negativo de retirada de lo social, de cierre de la comunidad. La curación y el cuidado sólo pueden surgir de un proceso de transformación política.”[3] Y está claro que la transformación política a la que refiere no se trata de una cuestión partidaria sino de compromiso con el otro.
Aparecen entre las múltiples informaciones la cantidad de femicidios durante la cuarentena. Distintas organizaciones informan que “los hogares siguen siendo los lugares más inseguros para las mujeres y disidencias sexuales, que más del 60% de los feminicidios y/o travesticidios fueron cometidos por la pareja o ex pareja de las víctimas y que, en solo 10 días de aislamiento obligatorio, se registraron 12 feminicidios y más de un centenar de denuncias por violencia. Al día de la fecha en Argentina se registra un feminicidio cada 23 horas. (Datos del Observatorio “Ahora que si nos ven”, 2020). Las organizaciones sostienen que “la violencia patriarcal es también pandemia.”[4]
Los mundos interiores aumentados, la vulnerabilidad de las mujeres y disidencias aumentadas. ¿Qué hacer? Aparecen en las redes números para buscar auxilios, mientras los caminos habituales para denunciar y proteger se sostienen virtualmente, con más dificultades.
Se observa muy claramente la necesidad de que los tratamientos en salud mental y los auxilios ante las violencias sigan siendo eficaces o lleguen a serlo. Estas estrategias también deben ser aumentadas. Cómo generar los cuidados, nos hace revalorar cuánto hace falta la presencia del Estado.
Pareciera que solo se trata de cuidarnos del contagio, pero no. Las bajas de esta epidemia no van a ser solo lxs muertxs por el virus. La estabilidad emocional, cuando no la propia vida, corren riesgos en esta mezcla de encierro, amenaza y confusión. No es posible pensar en salvaciones individuales o corporativas.
Mientras tanto Judith Butler dice en una entrevista: “El hogar suele figurar como un espacio “seguro” contra el virus. Incluso si lo es (lo cual no siempre es cierto), eso no significa que sea seguro para las mujeres que sufren violencia dentro de sus propios hogares. Debería haber otras formas de refugio que no dependan de una falsa idea del hogar como un lugar seguro.”[5]
Esta visión de la seguridad de los hogares, lo mismo que la pregunta del joven paciente sobre si estoy en mi hogar, conlleva una visión de estabilidad y seguridad, que está resquebrajándose. La pequeña retícula protectora puede guardar sorpresas. Por supuesto que los hogares violentos no fueron ni son seguros. Y esta es la denuncia de los movimientos de mujeres y disidencias, tal como lo planteara #Ni una Menos, vivas nos queremos en el inicio y tantos movimientos posteriores.
Pero la idea de que el hogar con una dinámica vincular no violenta es necesariamente seguro puede permanecer en el tiempo mucho después de que superemos esta crisis, extremando la cerrazón y el aislamiento. Poniendo como enemigo a todo aquel que no sea ‘propio’ de ese hogar. Los de afuera podrían ser vistos como enemigos potenciales, solo por ser de afuera. Como decía una colega: puede llegar a ser el avance absoluto de la Visión Paranoica del mundo, en su punto máximo de expresión.
Tampoco las psicoterapias son las mismas de siempre. No es la virtualidad, dado que hace años que existen las sesiones virtuales, como práctica de muchos profesionales. La diferencia es saber que estamos todxs en un confinamiento que nos iguala. Y en esto de entender las subjetividades, como las marcas sociales que se generan en cada mundo interno, es distinto desplegar el rol terapéutico desde el propio aislamiento social. Entonces ocurre que compartir esta vulnerabilidad nos acerca a lxs pacientes de otra manera. Cómo lograr darle una forma creativa a esa manera.
Creo que es clave no quedarnos solxs, no pensarnos solxs. Y encontrar la forma de darle dimensión comunitaria a nuestro encuentro profesional, con los pacientes, entre profesionales, todxs.
Dice Carlos Skliar[6] en una conferencia virtual, algo así como que pretender que la salvación es individual, es una lógica asesina en condiciones de desigualdad.
Es tiempo de sentirnos parte. Es tiempo de construir comunidad. También desde la implicación profesional y personal.
Referencias
- Paul B. Preciado: “Aprendiendo del virus”, en Sopa de Wuhan, Editorial ASPO -Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio- Pablo Amadeo, editor, 2020, pp. 176-177, disponible en https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR2yyZXK3w5riZKujJpkfIAicceOCQnHQKtlnQkuDzHW3aUja8CYenWI_lg, verificado el 6 de abril de 2020.
- Ibid., p. 168.
- Ibid., p. 185.
- Pronunciamiento ante las situaciones de Violencia de Género y femicidios en el marco del aislamiento obligatorio. RUGE -Red interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias, marzo de 2020, disponible en el sitio de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, http://uader.edu.ar/pronunciamiento-de-la-ruge-ante-la-emergencia-sanitaria/, verificado el 6 de abril de 2020.
- Constanza Michelson: “Judith Butler: ‘Debería haber otras formas de refugio que no dependan de una falsa idea del hogar’ ”, en La Tercera, 3 de abril de 2020, disponible en: https://www.latercera.com/tendencias/noticia/judith-butler-deberia-haber-otras-formas-de-refugio-que-no-dependan-de-una-falsa-idea-del-hogar/MWV43WK4MBFRLEAKUOS5UD5KKI/, verificado el 6 de abril de 2020.
- Carlos Skliar es investigador principal del CONICET. Autor de numerosos libros sobre ensayos de filosofía y de educación. Se lo puede leer en http://carlosskliar.blogspot.com/ y @paginacarlosskliar en Facebook.
Coautora del curso a distancia:
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